Después de haber pasado por el miedo de un embarazo inesperado, la alegría de acogerlo y el dolor de verlo morir, esta madre -por amor a su hijo fallecido- desafía a los parlamentarios pro aborto: «Si esos cigotos pudieren hablar te dirían: Por favor mamá cuídame… no me mates».
Si hay un lugar que la diseñadora chilena Pascale Orozco reconoce como hogar, es la casa donde viven sus abuelos, en Santiago de Chile… y a los 25 años disfruta vivir con ellos.
Sus padres terminaron el matrimonio cuando ella era una niña y desde entonces se acostumbró a los continuos cambios de casa. También al nuevo esposo de su madre y a las dos nuevas esposas que en estos años ha tenido su padre, como a los nuevos hermanos nacidos en estas familias, que también en algo son suyas. “A pesar de que mis papás son separados y vueltos a casar… con mis hermanos tengo un vínculo muy especial… Pero la casa de mis tatas (abuelos) es el único lugar que ha estado siempre y para mí esa es mi casa”.
Estas rupturas, dolores, cambios permanentes, acogidos en forma positiva por su innata capacidad adaptativa, serían la escuela de Pascale para un hecho inesperado y doloroso, determinante, que llegaría cuando era apenas una adolescente. Sus valores, toda su resistencia emocional y física serían puestos a prueba. En ese tránsito la muerte no tendría la última palabra. Como triunfo comenzaría a gustar lo que significa efectivamente tener fe en Dios. Pascale encontraría finalmente que su vida tenía sentido… de trascendencia, y un nombre que para siempre lo confirma: Tomás.
La huida
Tenía alrededor de dieciséis años, un novio de 20 y una relación cuesta arriba con su padre, quien recién se había separado de la segunda esposa. Parecía mejor irse a vivir a casa de su madre, pero Pascale tampoco encontró con ella su paz. Nuevo lugar, nuevo colegio, re-iniciar nuevas amistades, nueva familia… eran demasiadas ‘novedades’.
El espacio de refugio era la relación con su novio y, sin que fuere una opción, quedó embarazada. “No fue premeditado, para nada. Yo me cuidaba, igual era un tema que en mi casa se hablaba. Yo creo que de inmadura, irresponsable, no tomé las precauciones suficientes, me relajé”, señala.
El bebé inesperado
Abiertamente tener un hijo no era lo que ella deseaba, ni tampoco el padre del bebé concebido. Sin embargo la huida, la negación, no eran opción para evitar lo nuevo que se percibía como desafiante y complejo… Pascale jamás, dice, tuvo siquiera la idea de abortar. “No pensaba en el cómo dejar de estar embarazada sino cómo salir adelante, cómo hacer que mis papás no estuvieran tan enojados, cómo arreglar un poco lo que estaba pasando. Y en ese momento mi novio me tranquilizó mucho”. Los padres no hicieron fiesta con la noticia de que serían abuelos, pero finalmente le expresaron confianza dando el apoyo emocional que ella necesitaba.
«Incompatible con la vida»
Con la ecografía del cuarto mes de embarazo, no sólo supo que sería madre de un varón a quien ya había decidido llamar Tomás… “Me dijeron que mi hijo tenía algunos problemas, quistes en los riñones. Si no se desarrollaban, Tomás nacería y lo tratarían. Bueno, finalmente vinieron más problemas, los quistes crecieron, se produjo un déficit de líquido amniótico y nuevas malformaciones. Al quinto mes dijeron que su enfermedad era incompatible con la vida, por tanto que Tomás iba a morir en mi interior o cuando naciera. Tomás no pudo desarrollar bien los pulmones, su cerebro quedó con un encefalocele occipital, no terminó de cerrar y le entró liquido. Síndrome Meckel-Gruber se llama lo que le ocurrió a mi Tomás. Son pocos casos en el mundo. También sus piecitos eran pie bot, no estaban en la posición normal, sino como caídos y sin capacidad de afirmar. Luego de informarme de todo esto me insistieron en que Tomás no podría vivir”.
La madre de Pascale estuvo atenta a todo lo que ocurría, acompañando el proceso de su hija y nieto. La llevó entonces con el doctor Jorge Gutiérrez, un ginecólogo con experiencia en bebés como Tomás y luego, a la psicóloga Marcela Ferrer… “Él para mí fue valioso -recuerda Pascale- porque nunca me habló de aborto. Me dijo que íbamos a sacar adelante el embarazo, para que Tomás viviera hasta donde pudiera. Que podría morir antes, durante o después del parto. Me explicó todo muy técnico y con claridad. Pude entender que mi hijo estaba enfermo y viviríamos el minuto a minuto, teniendo toda la información. Luego, con la Marcela Ferrer pude empezar a vivir este proceso con Tomás, el vínculo con mi guagüita y la dimensión espiritual”.
«El derecho a la vida»
No era simple enfrentar primero el desafío de ser madre adolescente, luego el miedo al saber que su hijo podría morir y finalmente la frustrante confirmación. Sin embargo Pascale dice que comenzó a estar en paz cuando decidió vivir su embarazo en plenitud.
“Entendí que mi hijo iba a vivir nueve meses. Así como hay gente que tiene sus hijos ochenta, treinta, quince años… el mío viviría nueve meses y estaría conmigo ese tiempo. Al principio me enojé, pataleé y dije ¿por qué a mí? Después yo misma reaccioné diciéndome: «¡Puchas qué egoísta soy!, y ¿por qué no a mí?» ¿Por qué uno siempre aspira a que todo sea perfecto? ¿Por qué si sus características no son las perfectas, debe ser algo terrible, significar que Dios no te quiere o que fracasaste?”
Fue determinante, agrega Pascale, comprender que concebir hijos como Tomás es algo natural, factible… tan normal como tener un hijo sin dificultades. Es un acto muy egoísta -puntualiza- pensar que todo en la vida será perfecto y de lo contrario es algo malo. “Lo entendí y me dije ¡por Dios que inmadura, que egoísta! ¿Cómo pude haber olvidado que mi hijo está dentro de mí, sintiendo todo lo que yo estoy pensando? ¿Si tu bebé está enfermo en tu vientre vas a transmitirle que estás enojada, que es algo malo para uno? No puedo hacer eso me dije. Él está muy enfermo y lo último que puedo hacer es reprocharle eso. Si yo estuviera muy enferma lo último que no quisiera es que me dijeran oye eres lo peor… te mereces morir por eso”.
Leyes de muerte
Por su experiencia y razonables argumentos la diseñadora Pascale Orozco es hoy a sus 25 años una voz creíble y nos confidencia que ha dado este testimonio a Portaluz con la esperanza de que motive a los legisladores de todo lugar a defender la vida y no el aborto de seres humanos como Tomás.
“¿Por qué si alguien está muy enfermo lo vas a querer matar? Si alguien está muy enfermo tú deberías querer cuidarlo y apoyarlo hasta el final. Darle lo mejor que puedas hasta el último instante, así como cuidarías a tu papá, tu mamá, tus hermanos, a quienes amas. Siento que se defiende algo porque es fácil hacerlo cuando esa persona está imposibilitada -puesto que aún está en el vientre- de decirte: «No, no me mates, ni siquiera lo digas, me duele». La gente se permite tomar una decisión sobre alguien… ¡como si fuera un algo intangible!”
“El aborto terapéutico reduce al ser humano considerándolo una cosa desechable, un objeto que está fallado y que lo podemos desechar. Como no viene perfecto, no va a funcionar, entonces chao… Porque a mí me duele, entonces chao. Y es lo contrario. Una persona que está viviendo esto no es posible reducirla a la condición de objeto, para -escudándose en ideas o leyes- suponer que se les puede desechar. La gestación es un algo muy profundo, trascendente, algo que va mucho más allá de lo físico. Si esos cigotos, esos bebés estando en el vientre pudieren hablar te dirían: «Por favor mamá estoy muy enfermo, por favor mamá cuídame, por favor mamá no me mates»”.
¡Bienvenido Tomás !
Tomás nació el 7 de septiembre del año 2006 en la Clínica Indisa. Tenía ocho meses y medio de vida, cuenta Pascale. Nada más nacer y a falta de sacerdote, la propia abuela bautizó al niño. Luego lo pusieron sobre el pecho de su madre. Allí se mantuvo respirando durante doce minutos… “Mientras estaba conmigo movía sus manitos y trataba de abrir los ojos. Y yo lo animaba, ¡quería que me viera!, como una despedida igual. Si iba a morir sólo quería que él sintiera que era mi hijo, que yo lo adoraba -«¡Te quiero hijo, gracias!»-… luego, Tomás falleció”.
En su reflexión final Pascale habla del sentido trascendente de la vida que comenzó a descubrir desde lo vivido con su hijo Tomás e invita a todas las jóvenes que pudieren estar viviendo un embarazo no deseado, complejo por cualesquier motivo, a defender siempre la vida de sus hijos…
“Creo en Dios totalmente después de lo que viví con Tomás…está presente en todo Dios. De repente te enredas por estupideces en la vida y la verdad es que el foco está en otro punto, en ser agradecido de cada detalle. Hace falta que la gente tenga la opción de acercarse a estas cosas y sepan que estos bebés son personas y no una cosa. Me gustaría decirle a las mujeres que están pensando en aborto porque están viviendo cuestiones difíciles como esto…por favor olvídense de todo y piensen sólo en ustedes como madres, y su hijo. Sentirán ese vínculo casi sobrenatural, divino”.