El debate social que hasta el momento se ha desarrollado no ha considerado los verdaderos problemas en los cuales se ve enfrentada una mujer embarazada en situación de vulnerabilidad.
Durante 15 años la Fundación Chile Unido ha recibido llamados de mujeres que están en riesgo de abortar. Nuestras voluntarias capacitadas acogen a esa mujer y le entregan la contención y el acompañamiento necesario para ir resolviendo aquello que la hace pensar en el aborto, por lo cual podemos constatar que el hijo no es el problema, sino que son el entorno y las circunstancias que en esos momentos de adversidad debe enfrentar. Son múltiples los motivos que nos refieren, pero los tres más determinantes son: la coerción o presión por parte de su círculo más cercano (que la presiona a abortar utilizando a veces la violencia); cuando el embarazo viene a interferir con su proyecto de vida (en su etapa escolar, universitaria o profesional) o por temor a contarles a sus padres o a sus parejas.
Al recibir este apoyo integral de la Fundación Chile Unido, un 85% de las mujeres que estaban en riesgo de abortar optan por la vida de su hijo, lo cual ha permitido que hayan nacido más de cuatro mil niños, que quizás no habrían venido al mundo y hoy sí son parte de nuestra sociedad. Detrás de cada uno de ellos, vemos madres agradecidas y orgullosas.
La experiencia de todos estos años acompañándolas nos permite afirmar que frente al anuncio de la despenalización del aborto, en los tres supuestos planteados, la solución no es el aborto.
En el caso cuando está en riesgo la vida de una mujer embarazada, los médicos siempre velarán por la vida de ambos y en la eventualidad de verse obligados a administrar un tratamiento, el cual produjera como efecto secundario el desenlace del ser en gestación, para salvar la vida más próxima, no es necesario cambiar la ley, pues esta situación no está penalizada.
Frente a un diagnóstico de inviabilidad fetal debiéramos reflexionar y preguntarnos: ¿Cuál es el Chile que queremos construir, aquel que respeta y protege la vida de todos, o, por el contrario, un país en el cual solo tienen cabida los niños sin anomalías o sin malformaciones?
Cuando una mujer sufre una violación, sin duda que empatizamos con su dolor, con su sufrimiento, ya que ha vivido una situación traumática; entonces, ¿no será más humano acompañarla y mostrarle que sí existen alternativas, para que no perciba como único camino el tener que decidir por la muerte de ese ser que espera?
Qué oportunidad más noble se nos ofrece como país para elaborar políticas públicas que garanticen un plan de acompañamiento integral para todas las mujeres embarazadas en situación de vulnerabilidad y a sus hijos, de modo que se tutelen sus derechos institucionales, precisamente en los momentos de máxima fragilidad humana.
Verónica Hoffmann C.
Directora Ejecutiva
Fundación Chile Unido