Aborto y salud mental

Domingo 12 de febrero de 2017

 

En relación con la carta enviada esta semana por Sofía Salas, concordamos en la importancia de mantener actualizada la evidencia científica sobre aborto y salud mental, así como en las limitaciones metodológicas que presenta el estudio del tema.

Sin embargo, creemos relevante aclarar ciertos puntos:

1.- Al hablar de aborto en general, no existe en la literatura evidencia de beneficio a largo plazo en la salud mental. Existen estudios que concluyen que hay daño y estudios que concluyen que no hay daño. Lo que no hay son estudios que demuestren un efecto terapéutico del aborto, lo que parece al menos «singular» desde el punto de vista de la medicina basada en la evidencia, ya que el proyecto de ley en discusión pretende garantizar una prestación «médica» que en ninguna parte ha demostrado beneficios psíquicos duraderos y que sí ha reportado efectos negativos. Sin ir más lejos, el estudio de Sullins de 2016 que siguió una cohorte de más de 8.000 mujeres norteamericanas, concluye que el aborto inducido aumenta en 45% el riesgo de padecer trastornos mentales.

2.- Si nos circunscribimos a las causales del proyecto de ley, la evidencia concluye que el pronóstico de las mujeres que abortan fetos malformados es pésimo (Kersting 2009, Korenromp 2009, Lafargue 2014), tanto así que el mismo estudio de la APA que cita Salas indica que malformación fetal es un factor de riesgo de mal pronóstico tras un aborto, lo que apoya el UpToDate de Abortion and Mental Health (2016). Mas aún, el trabajo de Cope (2015) demuestra mejor evolución para la madre llevando el embarazo a término versus abortando.

3.- Resulta llamativo que el Gobierno defienda el aborto sin que exista evidencia de efecto «terapéutico» en el caso de violación y paralelamente no promueva iniciativas que prevengan el abuso sexual, aumente las penas para el violador o proteja a las niñas y jóvenes víctimas de violaciones dentro del entorno familiar. Como psiquiatras, bien sabemos que el problema del embarazo producto de violación no es el embarazo, sino la violación, y el aborto no resuelve el trauma asociado con este vejamen. Si realmente queremos ayudar a las mujeres que enfrentan estos escenarios dolorosos, garanticemos entonces apoyo, recursos y acompañamiento en lugar de más violencia.

Dr. Eduardo Correa Donoso
Dra. Francisca Decebal-Cuza Galeb
Dr. Ramón Florenzano Urzúa
Dr. Rodolfo Philippi Malatesta

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La mujer, la segunda víctima del aborto

Jueves 09 de febrero de 2017

 

Señor Director:

Aunque es de celebrar la preocupación del senador Ignacio Walker porque se considere a las mujeres en la discusión sobre el aborto, sería bueno que no perdiera de vista que al menos el 50% de las víctimas del aborto son mujeres por nacer, y también que sus madres merecen alternativas dignas de ayuda para superar las circunstancias difíciles que rodean el embarazo.

El aborto siempre es violencia contra la mujer, es la segunda víctima: lo demuestran cientos de testimonios de mujeres atendidas desde 1999 en el Proyecto Esperanza, que sufren a diario el dolor de las secuelas psicológicas por la ausencia de su hijo.

Elizabeth Bunster
Directora Proyecto Esperanza Chile

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A sangre y fuego

Miércoles 01 de febrero de 2017

    Se habla mucho de compasión con relación al aborto legal ya inminente. Pero toda esa compasión se dirige a la mujer embarazada en alguna de las tres causales.   Se buscan responsables, se buscan culpables. El fuego -tan grosero en sus llamas devoradoras como sutil en el humo que cubre regiones enteras- no ha dejado a nadie indiferente a lo largo de casi mil kilómetros. Y con el paso de los días, mientras se vayan aplacando los siniestros, probablemente la búsqueda de los responsables dé con la identidad y con el paradero de algunos de los culpables. Visibles las llamas, el humo, la devastación de casas, aserraderos, bosques y plantaciones, conocidos los nombres y los rostros de los fallecidos, los culpables recibirán -esperamos- no solo la sanción judicial acorde a sus responsabilidades, sino que también el repudio absoluto a las organizaciones que los han cobijado y a los propósitos que los han motivado: porque vimos los efectos de sus acciones, porque nuestros ojos apreciaron directamente sus crímenes. Por eso mismo, las pesquisas no se detendrán -esperamos- hasta dar con los autores intelectuales, y con sus redes. Todo clarito, ojalá: con nombres, con apellidos y con afiliaciones. Todo clarito, ojalá. Pero en paralelo, el duro contraste. Joseph Ratzinger afirmaba, años atrás, que el aborto no parecía inaceptable para algunas personas, justamente porque hablaban en abstracto, porque previamente nunca habían visto -ni iban a ver tampoco en adelante- el rostro de niño alguno asesinado en el vientre materno. Ah, si lo vieran. Si lo miraran con la compasión con que se contempla la foto del mártir bomberil, del carabinero heroico, del poblador sin casa, del pequeño empresario desolado… Compasión. Se habla mucho de compasión con relación al aborto legal ya inminente. Pero toda esa compasión se dirige a la mujer embarazada en alguna de las tres causales, quien es, sin duda alguna, sujeto legítimo de una adecuada parte de esa compasión. Pero el problema es que no está quedando nada para el embrión amenazado. Justamente el día en que ardían miles de hectáreas, justamente ese día, se aprobaba la idea de legislar a favor del crimen del aborto; justamente ese día, también, terminaba la lectura de «El desquite de la conciencia», del profesor de la Universidad de Texas en Austin J. Budziszewski. Y ahí estaba, desnuda, la falsa compasión, en el capítulo llamado «Por qué matamos a los débiles». Budziszewski es rotundo: «Mientras la compasión verdadera nos lleva lo más cerca posible del que sufre, en la compasión degradada nos alejamos; mientras en la compasión verdadera tratamos de cambiar la visión de lo que nos hace sufrir, en la compasión degradada simplemente tratamos de hacerla desaparecer». ¿Qué es lo que no se quiere ver? ¿A qué realidad no se requiere prestar atención porque obligaría a una compasión verdadera e impediría su sustitución por otra, falsa y cómoda? Hay que decirlo sin matices: no se quiere mirar a ese ser vivo, a esa cara de niño, a ese cuerpo mutilado, a esa sangre que correrá a chorros en supuestas «prestaciones de salud». Por supuesto, la falsa compasión -la compasión incompleta o desviada, si se prefieren términos menos duros- impedirá por completo la búsqueda de culpables. ¿Por qué habría que buscarlos si se ha practicado un acto compasivo? Ni los equipos médicos, ni los adultos implicados que hayan consentido, ni los parlamentarios que por allá por el 2017 iniciaron el fuego, ninguno tendrá por qué comparecer ante los tribunales, ninguno sería culpable; al revés, todos habrían actuado en el nombre de una supuesta compasión; casi pedirán estatutos de héroes. De eso se trata este primer paso en el aborto en Chile: no busque culpables, no los habrá. Y a pesar de la evidencia devastadora, en el mejor de los casos dirán que el fuego se inició solo.   Por Gonzalo Rojas

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HUMO ABORTISTA

El Mercurio, 29 de enero 2017. A3

 

¿Qué debemos entender de la abstención de dos senadores del Partido Demócrata Cristiano en la votación del mentado proyecto de «despenalización» del aborto? Podrán darse varias explicaciones, pero, ¿qué significa el gesto? En una materia… Perdón, en «la» materia más delicada de la vida en común -la protección de esa misma vida-, es difícil entender la abstención. ¿Se abstienen de qué? ¿De despenalizar? ¿De no considerar «al que está por nacer» como persona? ¿Y cuándo se es persona, entonces? ¿Cuándo se nace? ¿Y antes qué se es, un engrudo de proteínas? Los romanos daban la personalidad civil al nacido, pero aún aceptaban tal condición al que era arrancado del vientre de su madre por la espada. No hemos avanzado mucho, parece; o más bien hemos retrocedido.

Tal vez solo se abstuvieron de votar, simplemente. Pero, y como sugería, ¿puede uno en conciencia abstenerse de votar en estas materias? Hay mucho humo en el ambiente, es cierto, y no estamos viendo bien. La ciudadanía desearía una sesión parlamentaria donde la única discusión fuera esta (con argumentos racionales y no temblorcillos de estómago): ¿qué o quién es el que está por nacer? Nuestra Constitución es clara al respecto: después de asegurar el derecho a la vida y a la integridad física y psíquica de toda persona humana, reza: «La ley protege la vida del que está por nacer». O sea, ese «del» en nuestra Carta Fundamental es persona, es chileno.

por B.B Cooper. 

 

 

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