En Chile no todas las mujeres están en edad de concebir; y no todas las mujeres que están en edad de concebir son violadas; y no todas las mujeres que son violadas conciben un hijo como consecuencia de esa violación; y no todas las mujeres que conciben un hijo como consecuencia de una violación quieren luego matarlo. ¿De cuántos casos estamos hablando, cuando se esgrime el caso de la violación para aprobar en Chile una ley que permita matar a un inocente? ¿No hay otro modo de asistir a esas mujeres y sus hijos, distinto que la muerte? Al trauma tremendo de la violación se agregaría para esas mujeres el trauma peor aun de dar muerte a un ser humano inocente e indefenso. Para el Estado el problema quedaría resuelto por el trámite rápido de la muerte. ¿Quién velará por el doble trauma psicológico con que esas mujeres tendrán que cargar el resto de sus vidas? ¿No será más humano un Estado que, en lugar de proponer la muerte, estuviera proponiendo un proyecto de ley para apoyar durante el embarazo a la mujer violada y luego buscara un matrimonio que adoptara al niño inocente y le proveyera amor y educación?
La segunda causal que permitiría matar a un niño en el seno materno es cuando se prevé que ese niño vivirá poco tiempo, pocos días o pocas horas. Pero, en realidad, todos los seres humanos vivimos poco tiempo, unos menos que otros. La vida que cada uno tiene es la suya, es la que hace que cada uno exista. Si la brevedad de la vida justificara a otros ponerle término, según esta segunda causal del proyecto de ley de aborto, entonces, con ese mismo criterio, todos los enfermos terminales verían amenazada su vida y, en general, todas las personas débiles y enfermas. ¿Cuál sería el criterio para decidir que la vida restante de una persona es demasiado breve, de manera que justifique a otros ponerle fin? ¿Quién establece ese límite?
La tercera causal es el falsamente llamado «aborto terapéutico». Se trataría de matar al hijo cuando la vida de la madre corre peligro. Todos los médicos saben que en este caso la madre y su hijo son dos pacientes y que se debe tratar de salvar la vida de ambos. Si en el intento serio por salvar a ambos con todos los medios que ofrece hoy la medicina, muere el niño, eso no es un aborto. También puede morir un adulto en el quirófano y eso no es un homicidio. Nadie culpa al médico, si durante una operación de alto riesgo, tratando de salvar al paciente, éste muere. Se hizo lo que se pudo para salvarlo. Esto mismo rige en el caso de la madre y el hijo de sus entrañas. Tratando de salvar la vida de ambos, puede morir el niño, sin que sea consecuencia de una acción deliberada de matarlo. Para resolver este caso no es necesario aprobar una ley de aborto, porque ese caso no es un aborto.
En cualquiera de esos tres casos se trata siempre de legalizar la muerte de un inocente. Es una ley injusta, porque en un estado de derecho ningún ser humano puede reclamar el derecho a matar a otro ser humano inocente. El peor de los casos de homicidio es cuando la víctima es enteramente inocente, como es el niño en el seno materno.
Todos sabemos que muchos de nuestros parlamentarios, e incluso la autoridad máxima de nuestra patria, que ha presentado el proyecto de ley de aborto, están a favor del aborto libre y así lo han manifestado. Para ellos estos tres casos «muy restringidos» –así se dice– son un paso hacia el aborto libre. Este es el camino que han recorrido todos los países en que existe el aborto libre y se practica con el dinero del Estado, aportado por todos los ciudadanos. Lo que hay detrás del proyecto de ley de aborto presentado por el gobierno es un primer paso hacia el aborto libre. El hecho de que por ahora se restrinja a los tres casos indicados pasa, entonces, a ser un engaño a la población.
+ Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo de Santa María de Los Ángeles