«…soy el primero en estar de acuerdo de que Chile es un país laico y que hay separación de la Iglesia y el Estado, pero ese argumento no vale cuando se trata de defender principios que surgen de la razón, como el derecho primario, original y fundamental que tiene todo ser humano a que se le respete su vida…».
La Iglesia Católica reconoce que hay embarazos que generan múltiples dificultades a las madres y que algunos son verdaderos dramas de hondo contenido humano, sin embargo difiere sustancialmente del modo como ese drama se resuelve. Algunos plantean que la madre puede decidir si sigue adelante o no con el embarazo, y que la ley y el aparato estatal se ponen al servicio de dicha elección procurando un aborto; otros, entre los cuales la Iglesia Católica se incluye, creen que aquello no solo no soluciona el problema de la madre, sino que además le agrega otro, que es la eliminación de un inocente e indefenso ser humano en desarrollo, como lo fuimos cada uno de nosotros.
Al leer el proyecto y sus antecedentes detenidamente, está más que claro que el espíritu de la ley no está centrado en un tema médico ni de salud pública: está centrado en el supuesto derecho que tiene la madre a decidir si sigue o no con el embarazo. Y ello cuando quiera. Ese es el debate de fondo, y desde ese punto de vista urge mayor honestidad intelectual. El debate es si el deseo de la madre de no tener un hijo prevalece por sobre el derecho que tiene ese ser de la especie humana a continuar desarrollándose en el seno materno. No me parece justo suscitar en la conciencia de las personas una posición respecto del aborto presentando casos dramáticos que apelan al sentimiento cuando lo que se pretende en la ley, y es cosa de leerlo, es que la mujer tenga amplias facultades para decidir. ¿Se les mostraron a los encuestados los fundamentos del proyecto?
Dada la oposición de la Iglesia Católica a este proyecto de ley que deja en la más absoluta indefensión al concebido, según consta en múltiples documentos pontificios, episcopales y académicos (todos ellos, en manos de la comisión de Salud de la Cámara de Diputados), y no teniendo argumentos para contrarrestar sus postulados, aparece el de que Chile es un país laico. Soy el primero en estar de acuerdo de que Chile es un país laico y que hay separación de la Iglesia y el Estado, pero ese argumento no vale cuando se trata de defender principios que surgen de la razón, como lo es el derecho primario, original y fundamental que tiene todo ser humano a que se le respete su vida. De ese derecho gozamos quienes estamos hoy en esta discusión.
El hecho de querer marginarnos de este debate que toca los cimientos mismos de la nación, con ese argumento no dará resultado, como tampoco lo dio cuando la Iglesia se preocupó, incluso con la vida de algunos de sus propios miembros, de los que no tenían voz y eran degradados en su dignidad de manera brutal.
Llegó la hora de sincerar el debate y responder a preguntas más de fondo: ¿Podría alguien atribuirse el derecho de decidir respecto de qué vida merece ser vivida y qué vida no merece ser vivida? ¿No será un fracaso de la sociedad terminar con la vida de los más indefensos como solución a problemas reales que, por de pronto, somos los primeros en reconocer?
¿No será que el principio de la solidaridad y el acompañamiento de todo orden a la madre y al hijo son el camino donde se vive con mayor fuerza una sociedad auténticamente democrática y además respetuosa de la Constitución? ¿No será que llegó la hora de leer los libros de embriología de todo el mundo que postulan, y hoy con más fuerza que nunca, por los nuevos conocimientos alcanzados, que al producirse la fecundación se da inicio a un nuevo ser de la especie humana? ¿No será que llegó la hora de respetar las artes médicas en todo su esplendor que enseñan a sanar, cuidar, aliviar, pero nunca a dañar? Y con este nuevo proyecto de ley, ¿habrá que incluir junto al curso de embriología uno de aborto, y, obviamente en este contexto, el día de mañana junto al curso de cuidados paliativos uno de eutanasia?
¿Será que esta ley es el paso de una medicina centrada en el bien de los pacientes a una centrada en el deseo del que puede decidir, que suele ser el más fuerte?
Fernando Chomali
Arzobispo de Concepción