Proyecto de Ley y Aborto “Terapéutico”: no más engaños

 

Por: Francisca Decebal-Cuza Galeb

Mark Twain afirmaba que es más fácil continuar mintiéndole a una persona que convencerla de que le han estado mintiendo. Por esta razón, mi objetivo no es que ud. acepte lo que digo, sino que invitarlo a cuestionarse aquello en lo que cree pensar.

Si le preguntan si piensa que la mujer tiene siempre el derecho de matar a su hijo en el vientre (aborto libre), usted, con un 82% de probabilidades (CADEM), dirá que no. Sin embargo, si habiendo respondido que no a la pregunta anterior, le preguntan si en ciertas circunstancias excepcionales la mujer debe tener este derecho y ud. dice que sí, entonces posiblemente lo han engañado.

Quienes desean el aborto libre saben que la mayoría de los chilenos no respaldará un proyecto de ley que despenalice el aborto en cualquier causal. Por esto, lo que hacen es apelar a su bondad para tener su respaldo. ¿Cómo lo logran? Usando dos casos que remecen el corazón; la mujer violada y la mujer que espera a un hijo gravemente enfermo. ¿Quién, con un mínimo de empatía, rechazaría ayudar a una madre en estas situaciones? Luego, le venden un proyecto de ley, al que se refieren como aborto “terapéutico”. “Terapéutico” viene de “tratamiento”, es decir, “el conjunto de medios que se emplean para curar o aliviar una enfermedad”. Y ud. confía y cree que a estas dos mujeres la sociedad las ayudará a curar y aliviar su tristeza. Lo que no le dicen es que la herramienta con la cual pretenden ayudarla, realmente la perjudica. ¿No me cree? Le explico.

La evidencia científica demuestra que las mujeres que esperan un feto con malformación letal tienen una pésima evolución psicológica tras abortar. Tanto así, que son excluidas de los estudios que pretenden demostrar que el aborto no genera consecuencias negativas en la salud mental. Tienen prevalencias de estrés postraumático que bordean el 50% a los cuatro meses y de depresión cercanas al 30% (Korenromp, 2009), sin mencionar otras complicaciones, como trastornos ansiosos o adaptativos. Son mujeres que no logran elaborar el duelo de sus hijos muertos.

Por su parte, las mujeres que abortan tras una violación, al tratarse en su gran mayoría de adolescentes abusadas sistemáticamente dentro del propio entorno familiar, reúnen al menos tres de los seis factores que se han asociado a mal pronóstico postaborto (ser víctima de violencia, contar con bajo apoyo social y no tener hijos o tener pocos hijos) y en el largo plazo, más del 90% de ellas sentirá que el aborto no resolvió sus problemas y no lo recomendará a ninguna otra mujer (Reardon, 2000). En ambos casos, además, está demostrado que la psicoterapia y los programas de acompañamiento constituyen el verdadero tratamiento.

Haciendo una analogía, el depresivo que quiere suicidarse para escapar a su dolor es detenido siempre por el resto de la sociedad, porque todos sabemos que la terapia a su sufrimiento no es el suicidio, sino que el tratamiento de su depresión. Y nadie reclama por el derecho del depresivo a quitarse la vida, aunque sea su propio cuerpo.

Y esto que suena tan lógico para depresión, a ud. no le hace sentido al hablar de embarazo vulnerable. Ud. dice: “pero la mujer debe tener la libertad de elegir”. Porque a ud. lo han engañado por tener buen corazón. Lo han engañado a tal punto, que cree que el aborto es la terapia de algo (aunque ya conoce la evidencia que demuestra que no lo es) y no repara en lo contradictorio que es que sólo el 1% del total de embarazadas en Chile tenga derecho a esta “libertad de elegir”.

A ud. lo han engañado y seguirá defendiendo este proyecto (incluso si nunca lo ha leído), porque su naturaleza bondadosa le impide aceptar que lo han embaucado con un negocio “médico” que mueve millones de dólares en países como Estados Unidos (donde los órganos de los fetos abortados se venden para investigación, como demuestran los escándalos asociados a Planned Parenthood, que la prensa chilena convenientemente ha omitido de sus noticieros) y, peor aún, un negocio que lucra con el dolor de la mujer.

Dra. Francisca Decebal-Cuza Galeb

Médico Psiquiatra de Adultos

Universidad de Chile

 

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Discusión con Altura de Miras, Carta al Director el Mercurio

9 de Septiembre

Señor Director:

En relación con la carta de ayer de representantes del Sernam, en la que solicitan que «nos atengamos al contenido preciso del proyecto (de aborto), sin distorsiones que puedan confundir a la ciudadanía», quisiera exigir exactamente lo mismo del Gobierno.

Y es que no puede ser que se hable de «despenalización» cuando en verdad lo que pretende la iniciativa legal es que el aborto en las tres causales «debe consagrarse como una legítima prestación de salud» (página 16 del mensaje); es decir, legalizarlo.

Tampoco corresponde que se diga que «el proyecto de ley busca resolver un conflicto entre bienes que son inconmensurables» (página 17 del mensaje), cuando no se refiere de manera alguna en todo el proyecto al ser humano que está por nacer y su protección tanto a nivel nacional como internacional.

Del mismo modo, no procede que se afirme que 54 mujeres murieron el año 2012 en el proceso de gestación, haciendo ver como que «pudo haberse tratado clínicamente con interrupción del embarazo para resguardar sus vidas» (página 5 del mensaje) si hubiese existido aborto terapéutico. Lo anterior, toda vez que se establece una relación de causalidad entre las muertes de esas madres y la inexistencia de legislación en favor del aborto terapéutico que es impresentable e indemostrable científicamente.

De igual forma, no es correcto que se «sitúe a nuestro país como uno de los cuatro en el mundo que lo criminalizan en todas sus modalidades, además de el Vaticano: Chile, Nicaragua, El Salvador y Malta» (página 2 del mensaje), cuando en cerca de 66 países el aborto está permitido solamente para salvar la vida de la mujer (con aplicación del principio de doble efecto, igual que en Chile), o totalmente prohibido.

Así las cosas, pido que el Gobierno realmente haga una discusión con altura de miras no omitiendo ni tergiversando la realidad.

Claudia Nogueira F.
Diputada UDI 

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No lleguemos tarde, Carta al Director El Mercurio

Martes 8 de Septiembre

Hoy la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados votará en particular el proyecto de ley presentado por el Ejecutivo que regula la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales.

Recordemos que esta iniciativa legislativa busca dar respuesta al Mensaje Presidencial que entregó la Presidenta de la República en su discurso del 21 de mayo de 2014, momento en el cual señaló: «Cada aborto en el país es una señal de que como sociedad estamos llegando tarde».

Desde nuestra experiencia como Fundación Chile Unido, de más de 16 años trabajando con mujeres en la prevención del aborto, podemos afirmar que este proyecto de ley no resolverá la situación de vulnerabilidad y la coerción que en ese momento está sufriendo la mujer. Por el contrario, el aborto le generará secuelas en su salud física y psicológica y a su vez provocará que un niño indefenso deje de venir a este mundo.

Este sábado, Chile se unió más allá de sus fronteras, levantando la voz y manifestando su rechazo al aborto, por el bien y la protección de la mujer en su condición de maternidad. Por ello, ante este debate, lo que se requiere es un Programa Nacional de Prevención del Aborto que apoye de manera integral a la mujer y a su hijo en gestación. Avanzar en esta dirección nos humaniza como país.

Verónica Hoffmann C.
Directora ejecutiva Fundación Chile Unido 

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Niños a la basura, Columna de Joaquín García Huidobro

«Para muchos de nosotros, la actual crisis de inmigración en Europa se reducía a unos titulares en la prensa (…) hasta que una foto de un pequeño niño sirio muerto, botado por el mar en las arenas de Turquía, vino a despertarnos…»

 

Para muchos de nosotros, la actual crisis de inmigración en Europa se reducía a unos titulares en la prensa, a análisis politológicos, a comparaciones históricas. Nos daba pena lo que le pasaba a esa pobre gente, pero parecía muy lejano. Así era, hasta que una foto de un pequeño niño sirio muerto, botado por el mar en las arenas de Turquía, vino a despertarnos.

Nos imaginamos a Aylan, con sus tres años de edad, chapoteando en las aguas, con la desesperación de quien no sabe nadar, hasta que sus escasas fuerzas se terminaron y comenzó a hundirse. Por su pequeña cabeza pasarían, rápidas, mil imágenes: la de su madre, que también se estaba ahogando a unos metros de distancia; las escenas terribles de la guerra, que los llevaron a huir con lo puesto, y probablemente también recordó el momento en que la familia se subió a una embarcación comandada por unos hombres de caras poco amables, pero que debía llevarlos a la libertad.

Este fenómeno de fría distancia nos puede afectar a cada rato, cada vez que nos quedamos en las estadísticas, los papeles, los argumentos, y olvidamos que detrás de todos esos hechos hay gente muy concreta, tan real como el pequeño Aylan. Otro tanto sucede con el abandono infantil. Una cosa es saber que existen esos casos, allá lejos, y otra muy distinta conocer la historia de Adrián, en Arica, viviendo en condiciones inhumanas, amamantado por una perra.

Con la discusión acerca del aborto sucede algo semejante, en cuanto percibimos como ajeno y distante lo que no vemos. Oímos sesudas elucubraciones sobre el liberalismo y la autonomía; se barajan semanas más o semanas menos. Pero tanta palabra nos hace olvidar lo fundamental: el niño o la niña que serán partidos en trocitos y luego chupados por un aspirador, o que recibirán una inyección con una solución salina que pondrá fin a sus días, como el agua del mar terminó con la de Aylan. En un caso, sus cadáveres podrán ser empleados en clases de Medicina o aprovechados para obtener diversos subproductos. En otros, simplemente irán a parar al basurero.

No es de extrañar que muchos partidarios del aborto hayan cambiado de opinión con solo ver alguno de los documentales de Bernard Nathanson, el médico que una vez fuera llamado el «rey del aborto» y que abandonó esas prácticas cuando el ultrasonido le permitió ver las reacciones de un feto al que un amigo suyo estaba eliminando mediante un aborto. Necesitamos ver para creer lo que está sucediendo, sea en Siria, en Arica o en un quirófano.

El hecho de no ver, nos impide reparar hasta en las cuestiones más elementales. Así, entre los conceptos que más se utilizan en la discusión sobre el aborto está el de autonomía de la mujer, pero se olvida que la mayoría de las víctimas del aborto son precisamente mujeres. En 1990, Amartya Sen publicó un famoso ensayo en The New York Review of Books con el título «More than 100 million women are missing». Aludía al incremento del aborto selectivo en países como China y la India, donde se prefiere a los hijos varones sobre las mujeres. Han pasado 25 años, y la cifra de las mujeres que faltan en el mundo supera los 160 millones, fruto de una macabra selección antinatural.

Naturalmente, no solo los partidarios del aborto corren el peligro de olvidar a las personas concretas que serán víctimas de esta práctica. También están las mujeres violadas, las que sufren la angustia de un embarazo que piensan que no pueden llevar a término, abandonadas por todos en el momento en que más ayuda necesitan. Cuando uno ve «Solas», la película de Benito Zambrano, o «Preciosa», de Lee Daniels, no puede menos que quedar con el estómago apretado al ver tanto sufrimiento en esas jóvenes embarazadas víctimas del abandono, y pensar que ese dolor no solo tiene lugar en la pantalla, sino también en la vida real de millones de mujeres en todo el mundo.

Es verdad que la vida tiene un valor absoluto, no simplemente la vida en abstracto, sino la vida real, de todos, incluidos esos indefensos como Aylan, Adrián y esos niños y niñas cuyos casos en parte son distintos (entre otras razones, porque no los vemos y desconocemos sus nombres) si bien tienen la misma dignidad. Pero también las mujeres que pasan por esos momentos terribles requieren un apoyo absoluto, porque sin él cualquier propuesta provida sería tan selectiva y parcial como lamentablemente sucede con la postura favorable al aborto. Solo un acompañamiento absoluto les ayudará a vencer la desesperación y ver que quizá una esperanza viene en su vientre.

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