Mi madre fue abusada sexualmente a los 15 años. A causa de esta violación quedó embarazada. En aquellos años, hablar de sexualidad o cualquier tema parecido era aberrante para la sociedad de aquel entonces y por otra parte causa de vergüenza y desprestigio para cualquier familia. Mamá se enfrentó sola a esta situación y durante seis meses tuvo que soportar el hecho de vivir a metros de su abusador. Pasado este tiempo su vientre comenzó a crecer haciéndose evidente su embarazo; ya no podía seguir ocultándolo.
Fue un momento terrible para toda mi familia, una vergüenza, un motivo para no volver a levantar la cabeza, pero la fe de mi abuela cambió todas las cosas. Ella decidió, como tutora y responsable de mi madre, darme la posibilidad de vivir, por amor a Dios y confiando en que sus propósitos son perfectos para cada ser humano por adversas que parezcan las circunstancias. Mamá me dio a luz un 27 de enero de 1989. Nací bajo malas condiciones económicas, en medio de una crisis familiar y por supuesto momentos de mucha tristeza
Mama no podía con tanto dolor por lo que se marchó de casa dejándome al cuidado de mi abuela a los 16 años aproximadamente. Durante mis primeros años de vida ella trató de estar lo más presente posible en mi crecimiento pero desde lejos, ya que verme le producía día sentimientos muy contrarios entre sí. El tiempo y la distancia nos separaron cada día más. Yo me crié en un hogar cristiano evangélico, pasé mi infancia formándome como persona dentro de una congregación pentecostal, lo que cambió mi manera de pensar, de vivir y que también me dio valor, ese valor que me arrebató la sociedad y la falta de redes de apoyo para una situación como la nuestra.
A mis 16 años me enfrenté a una crisis existencial muy fuerte. Estaba pasando por mi adolescencia y quería encontrar una respuesta, un porqué para todo. Había perdido las ganas de vivir. Entonces, me llevaron a psicólogos, psiquiatras; recibí tratamientos diversos pero nada daba resultado hasta que un día decidí desaparecer, necesitaba una respuesta saber por qué no había nacido en una familia normal conformada por mis padres, hermanos, etc. Cada día vivido era un dolor para mí, por lo que tomé el camino más fácil según mi percepción: intenté suicidarme intoxicándome con pastillas. Llegué a tocar fondo, pero Dios en su infinita misericordia salvo mi vida, y me dio un motivo para vivir, una esperanza, una salvación.
Me sacó de la desesperación y me trajo la calma, comprendí que Dios nada deja al azar que todo tiene su razón de ser, y que todos somos valiosos para El sin importar el modo o condición con la que hayamos llegado a este mundo hay muchas razones por las cuales levantarse cada mañana y agradecer por el nuevo día.
El camino no ha sido fácil para mí, y como yo ¡muchos!. Dios puso en mis manos todas las herramientas necesarias para enfrentar mi vida, para vencer mis temores, pero lo más importante me recordó que El me ama y que se preocupó desde el vientre de mi madre de cada detalle hasta del último pelo de mi cabeza, me recordó que no estoy sola, » Salmos 27:10 dice: Aunque padre y madre te dejarán, con todo te recogerá Jehova»; una promesa como tantas cumplidas en mi vida.
Hoy tengo 27 años de edad, a mi lado tengo a un hombre maravilloso que me ama con mis defectos y virtudes, soy madre de dos hijos hermosos el mayor de 3 años y la menor que ya está por nacer. La lucha continúa porque a diario nos encontramos gigantes para enfrentar; hace un año aproximadamente me detectaron diabetes mellitus tipo 2, a los meses siguientes quedé embarazada por lo que se considera un embarazo de alto riesgo ya que puede producir muchas complicaciones en mi condición entre ella riego vital para el feto y también para la madre; pero aquí estoy sigo luchando con la ayuda de Dios, amo vivir. Y agradezco cada segundo que tengo, ya no me preocupo de lo que pasó, ni de lo que vendrá mañana. Vivo el día a día agradeciendo lo bueno y también lo malo, después de todo somos un milagro de Dios.
En cuanto a la relación con mi madre hace exactamente 3 años ocurrió un hecho que marcó nuestra vida que fue la llegada de mi primer hijo, donde pude compartir con ella el momento de su nacimiento, fue un momento tan especial una nueva oportunidad para nosotras. Estamos más unidas que nunca, estamos de a poco recuperando todo el tiempo que perdimos.
Hasta el año 1989 en Chile estaba permitido el aborto, pero justo en ese mismo año se abolió aquella ley. Para mí no fue una coincidencia, fue la mano de Dios no sólo a mi favor sino también para otros muchos que merecíamos vivir.
¿Si soy feliz? ¡Claro que sí! Inmensamente, no porque mi vida sea fácil, es simplemente porque me aferré a mi fe, esa fe que cree lo imposible. Quizá para la sociedad mi vida estaba escrita para un fracaso, pero no fue así, mamá me dice » le torcimos la mano al destino hija».
Quiero decirles a todos los que alcance este testimonio de vida; a esas madres confundidas, a jóvenes adolescentes como lo era mi madre, que la vida es un milagro de Dios, y que por más duro y cruel que parezca la situación todos merecemos vivir. El aborto no es una solución; la verdadera solución es formar redes de apoyo en situaciones tan terribles como ésta, tal vez si en aquellos mi madre hubiese tenido más apoyo la historia sería otra.
La solución no es la aprobación del aborto, la solución es formar redes de apoyo en nuestro país para estos casos, Ningún camino es fácil, los dos generan algún tipo de dolor en algunos más profundos que en otros pero si hay una gran diferencia entre ambos, vida es esperanza, vida es un milagro, aborto es muerte, aborto es dolor.
La voluntad de Dios es perfecta y me aferro a eso. Tal vez para muchos soy fanática, pero ese fanatismo salvó mi vida y hoy gracias a Dios tengo una vida maravillosa. «Es pues la Fe la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve»
Karina Silva Silva es un bloguera por Salvar El 1 — el 1%, Save The 1. Ella vive en Santiago, Chile.