Aborto: La otra mirada

 

El proyecto de ley sobre despenalización del aborto enviado por el Gobierno al Congreso busca proteger a las madres frente al flagelo de un embarazo peligroso para su salud, inviable, o fruto de una violación. Para tal efecto, reconoce el derecho de la madre de quitar la vida al propio hijo con la ayuda de hospitales y clínicas. Comparto el diagnóstico, pero no la solución.

El interés público ha sido poco sensible con las mujeres que enfrentan dificultades en su embarazo. Nuestra legislación es escuálida en instrumentos de acogida y protección de madres embarazadas que enfrentan realidades de pobreza, discriminación laboral o social, dependencia familiar del violador, o simplemente soledad. ¿Cuál es realmente el compromiso de los actores sociales y del Estado con ellas?

Sin embargo, este problema no se soluciona con la eliminación de un ser humano, como si fuera el enemigo responsable del flagelo. Razones de dignidad y eficacia así lo indican.

Quisiera resaltar que nuestras principales gestas como Nación han sido fruto de un ideal de dignidad e igualdad muy arraigado en la población. La temprana abolición de la esclavitud, la solidaridad de los chilenos frente a las catástrofes naturales, la emoción con que recibimos el rescate de los mineros en Atacama o los resultados de la Teletón, son el vivo reflejo de una disposición cultural muy arraigada: que en Chile nadie está de más, ¡que todo chileno debe ser bienvenido y protegido en esta tierra!

Así también, nuestras heridas más dolorosas como sociedad han sido fruto de discriminaciones arbitrarias en contra del más débil: trabajadores sin protección social, mujeres sin derecho a voto, pobres sin educación o salud de calidad, opositores políticos desaparecidos.

No podemos sumar a esta lista a los que están por nacer. Son chilenos indefensos e inocentes que tienen igual derecho de nacer aquí. Nadie puede erigirse en juez sobre la vida o muerte de inocentes. Si permitimos y garantizamos la eliminación de seres humanos, estaremos justificando la lógica propia de sociedades enfermas que exterminaron o excluyeron a miembros que estimaron indeseables o aflictivos: judíos, afroamericanos, ancianos, esclavos, enfermos. Habremos negado nuestra vocación ancestral por la humanidad.

Tampoco queda claro que se trate de una política eficaz, pues la evidencia médica indica que los problemas de salud, sobre todo mental, derivados de un aborto pueden ser incluso mayores que los experimentados en un embarazo no deseado.

¿Qué hacer entonces? Parece mucho mejor enfrentar este problema social mediante un compromiso público en beneficio de la madre y de su hijo que, hasta ahora, nadie ha ofrecido. Cabe esperar del Estado y de la sociedad un esfuerzo real por un proyecto de ley que respete la igual dignidad de los dos seres humanos afectados en tales circunstancias, sin discriminaciones de ningún tipo. Es de destacar que existe un proyecto de ley en tramitación que va precisamente en esta dirección, presentado por nueve diputados de la Democracia Cristiana, Renovación Nacional e independientes.

¿Que acaso seríamos uno de los pocos países en no permitir el aborto? Sí, uno de los pocos que atribuye igual dignidad a la madre y a su hijo en gestación, uno de los pocos en que humanistas creyentes y no creyentes, de izquierda y derecha, coinciden en no ceder a la cultura de la muerte del más débil. Y tal vez el único en ofrecer una alternativa clínica y asistencial que vele de modo integral por los intereses de la madre y de la criatura que lleva en su vientre.

En días pasados, varias clínicas, hospitales y redes de salud han manifestado que, en conformidad con sus idearios y convicciones, no llevarán a cabo abortos. El rector de la Universidad Católica ha sido muy valiente en señalar su postura en este sentido. Nosotros suscribimos el ideal de que todo ser humano tiene igual derecho a nacer, y de que nadie puede disponer de la vida de un inocente. Los no nacidos que ingresen a nuestros pabellones pueden estar seguros de que haremos todo lo posible por cuidar, de modo integral, su salud y la de sus madres. Compartimos la convicción de que en Chile todos son valiosos en sí mismos. El aborto discrimina y nos degrada como sociedad.

José Antonio Guzmán

Rector Universidad de los Andes

Fuente: El Mercurio

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Ezzati: «Con todas nuestras fuerzas, hemos dicho que un proyecto de aborto es contrario a lo que Dios quiere»

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Arzobispo manifestó que la «sociedad humana está llamada a organizarse para que la vida sea defendida» y pidió a los parlamentarios católicos que voten de acuerdo a sus «convicciones cristianas».

El arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, hizo un llamado a «defender» la vida frente al proyecto que busca despenalizar la interrupción del embarazo en los casos de peligro de vida de la madre, inviabilidad del feto o violación. 

“Lo que nosotros les hemos pedido a los laicos es que sean los primeros responsables de la acción pública”, afirmó el arzobispo a ACI Prensa (Agencia Católica de Informaciones, con sede en Lima)

Ezzati recalcó que “con todas nuestras fuerzas, hemos dicho que un proyecto de aborto es siempre contrario a lo que Dios quiere porque Dios nos ha hecho para vivir y la sociedad humana está llamada a organizarse justamente para que la vida sea defendida y pueda crecer desde el comienzo y hasta el final”.

El arzobispo dijo que si bien los obispos no están llamados a convocar a manifestaciones, dijo que “yo sé que los laicos de Santiago y de Chile se están organizando para manifestar lo que es nuestra fe sobre la vida y nuestro propósito de defenderla. Y yo estoy muy contento que los laicos asuman sus responsabilidades”.

En cambio, dijo que los eclesiásticos están llamados a “defender la vida, a proclamar la dignidad de la vida y en el ámbito propiamente social y político, los laicos tienen una tarea indispensable”.

Junto con esto, Ezzati hizo un llamado a los católicos que participan de la actividad política, en especial hacia los parlamentarios.

 “Siempre he invitado también a quienes están en la tarea legislativa y que son cristianos y creyentes que su juicio y su votación, su voto, frente a estos temas obedezca siempre a una recta conciencia y también a sus convicciones cristianas”, concluyó.

El proyecto sobre despenalización del aborto ha enfrentado al gobierno con el rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, quien ha enfatizado que en la red de salud del plantel no se interrumpirán embarazos. El proyecto también genera reparos por parte de la Alianza y sectores de la DC.

Hoy, en entrevista con La Tercera, la ex ministra de Salud Helia Molina, hizo un llamado al oficialismo a cuadrarse con el proyecto: «La Democracia Cristiana tiene que ser leal al programa de gobierno de la Presidenta».

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Aborto y diagnóstico

Hace unos días leímos el testimonio del Dr. Blanco refiriéndose de manera encomiable al término natural del embarazo de un feto anencefálico, que al poco tiempo de nacer, y breves minutos antes de morir, fue bautizado. Aludiendo a este caso, el profesor Squella respetuosamente se pregunta si es posible imponer las creencias del Dr. Blanco a otros no creyentes, penalizando el aborto cuando existe un caso «certero» de inviabilidad fetal.

Cabe preguntarse aquí algo que muchos olvidan en esta discusión: ¿Cuán «certero» puede ser un diagnóstico médico respecto a la inviabilidad de un feto?

Hace un tiempo se le dijo a una madre que su hija moriría al nacer. Su embarazo era claramente inviable. Seis de los mejores médicos de Chile así lo confirmaban. Luego, chequearon su diagnóstico con médicos del extranjero, y la conclusión fue la misma. Su hija moriría a minutos de nacer. Se trataba de un diagnóstico que según la ciencia médica era «certero».

Pues bien, la niña nació, vivió y vivirá. Se llama María, es mi hija y hoy cumple 1 año 4 meses.

Ahora, invirtiendo la pregunta del profesor Squella: ¿Es posible imponer las creencias de otros y transformar en algo legalmente aceptable el aborto de un ser humano como mi hija?


Rodrigo Díaz de Valdés B.

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El embrión humano

El Dr. Fernando Zegers señala que los embriones son sujetos de protección, cuidado y profundo respeto, pero no son sujetos de derecho. Desde esta aseveración sustenta el resto de sus posturas. El planteamiento que subyace a esta afirmación es que el embrión sería algo que se construye, controlado por agentes externos inespecíficos que van ensamblando los diferentes componentes embrionarios, y que gradualmente iría adquiriendo los derechos que asisten a todos los individuos de la especie humana. Sería interesante saber, en su particular visión, desde qué momento adquirimos esos derechos.

Sin embargo, un debate honesto sobre el aborto implica que los valores particulares estén basados en hechos. Por ello, no es posible soslayar toda la evidencia que señala que el embrión es un individuo de nuestra especie desde la fecundación. Esta evidencia nos muestra claramente que el embrión humano es ya un individuo diferente de la madre desde la concepción; que se desarrolla en forma continua desde ese momento hasta la vida adulta; que posee toda la información necesaria para este desarrollo desde la fecundación; que esta información no varía con los procesos de división celular que permiten su crecimiento, y que la expresión genética de este nuevo individuo durante el embarazo no está determinada por el intercambio fisiológico con el organismo de la madre.

Por lo tanto, el embrión se presenta como una realidad biológica única y definida ya como individuo totalmente humano en desarrollo, que autónomamente, momento tras momento, sin ninguna discontinuidad, actualiza su propia forma realizando un designio presente desde la fecundación. El embrión se demuestra desde el inicio como protagonista de su propia existencia. Cualquier alternativa que no considere esta realidad evidente lleva a discriminaciones que no son aceptables en la sociedad igualitaria que intentamos construir.

Sebastián Illanes
Especialista en Medicina Fetal
Profesor Titular de Medicina
Universidad de los Andes

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