¡Que no se apague la luz!

Carta al director de El Mercurio Lunes 26 de Septiembre

Señor Director:

Hace unos años, en 2010, el mundo entero estuvo pendiente de Chile, una nación que, contra todos los pronósticos pesimistas, logró rescatar a los 33 mineros que pasaron 69 días atrapados bajo tierra. Ese acto fue un símbolo de todo lo que ese país, pequeño y lejano, puede entregar al mundo.

La hazaña de los 33 no es un acontecimiento único en la historia de Chile. En todo el planeta somos muchos los que miramos con admiración el hecho de que, a pesar de las incontables presiones que ha sufrido, Chile no se haya dejado vencer por la oscuridad del aborto, y se alce como un ejemplo para el mundo. Además, ese país ocupa un lugar de liderazgo en el Hemisferio Occidental por sus bajas tasas de mortalidad materna, y con el programa «Chile crece contigo», nutre y apoya a los niños desde la concepción hasta los cinco años. En suma, Chile entrega un lugar seguro para vivir, tanto a la madre como al niño.

Pero una luz, por muy brillante que sea, siempre puede apagarse. Quienes en todo el mundo admiramos el ejemplo chileno, vemos hoy con preocupación que las presiones internacionales aumentan, y que la Presidenta Bachelet y un buen grupo de legisladores desorientados pretenden incluir al país en lo que llaman el «mundo moderno» a través de la legalización del aborto. Su retórica es la de siempre: promover esta práctica «solo» en tres causales «excepcionales», pero la evidencia internacional comparada muestra, sin excepciones, que se trata solo de un paso hacia una permisión mucho más amplia de la muerte de miles de niños inocentes.

Nos parece muy importante que Chile no se rinda, que esa luz no se apague. Hoy se trata de salvar no a 33 personas a 700 metros bajo tierra, sino que a una multitud de pequeños chilenos y chilenas, permitiéndoles ser acogidos en el vientre de sus madres, y ayudándolas a ellas a superar las dificultades que enfrentan en sus embarazos, sin elegir la solución antihumanista de la muerte.

Richard Stith
Profesor Facultad de Derecho Valparaiso University, Indiana, EE.UU.

Christine de Marcellus Vollmer
Presidenta Alianza Latinoamericana para la Familia, Venezuela

John Smeaton
Jefe ejecutivo Sociedad para la Protección del Niño No-Nacido, Reino Unido

 

Fuente: blogs de El Mercurio

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Tenemos esperanza, columna Soledad Alvear miércoles 14 de septiembre diario La Tercera

La reciente votación en la Comisión de Salud del Senado aprobando la idea de legislar de la ley de aborto podría desanimarnos. ¿Cómo puede ser que la defensa irrestricta del derecho a la vida haya llegado a ser patrimonio de los políticos de derecha? Si hay algo que desde siempre caracterizó a la Democracia Cristiana fue la defensa de la vida inocente. Se vio, de manera ejemplar, en los años de la Dictadura, defendiendo los derechos humanos, y constituye un rasgo fundamental del Partido. Ello quedó además refrendado en el V Congreso Ideológico, que tuvo lugar entre 2006 y 2007 y que tuve el honor de coordinar, en calidad de Presidenta de la DC. Al respecto señala: “Reconocemos la naturaleza espiritual y trascendente del ser humano, concebimos la vida como una identidad continua desde la fecundación hasta la muerte natural. La libertad e igualdad en dignidad y derechos con que nacen todos los seres humanos es compartida por los seres humanos que están por nacer. Por eso, defendemos su vida. El aborto es un atentado al derecho a la vida de cada ser humano”.

Esta definición a favor de la vida sigue vigente. Si alguien quisiere cambiar el rumbo del Partido Demócrata Cristiano en un punto tan fundamental, tendría que partir por proponer un nuevo congreso ideológico, donde las bases partidarias tengan la oportunidad de ser escuchadas, porque significaría introducir una ruptura en una línea de pensamiento y acción que ha marcado la entera historia de nuestro partido. No hay otra instancia del PDC que pueda cambiar esta definición.

Pero no todo está perdido, porque ahora se presenta una gran oportunidad para estudiar seriamente este tema en la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia y en la Sala del Senado. Tenemos grandes esperanzas.

En especial, los debates permitirán despejar algunas confusiones en que han caído quienes, con la mejor voluntad, han manifestado su apoyo al proyecto. La más grave es la de pensar que aquí estamos ante unos casos muy excepcionales, donde simplemente se ha decidido despenalizar el aborto.

Esta no es una ley de despenalización, como se puede ver por una serie de determinaciones que lo acompañan, que van desde la forma en que se acredita la violación hasta las múltiples exigencias que se imponen a los establecimientos hospitalarios que se niegan a colaborar. Además, una cosa es despenalizar una conducta que produce daño sólo al sujeto que la ejecuta, y otra muy distinta dar a unas personas la posibilidad de disponer impunemente sobre vidas humanas inocentes.

Por otra parte, los partidarios del aborto en esas tres causales han presentado las cosas como si la posición de defensa de la vida implicara encarcelar a las mujeres que, en un momento de desorientación, han recurrido al aborto. Hay, por cierto, muchas otras posibilidades de tratar esos casos sin necesidad de recurrir a la prisión de la mujer. De eso habrá que hablar en el Senado, de manera serena, con altura de miras y, lo que resulta fundamental, sin acudir al recurso fácil de deshacerse de quienes carecen de voz para defenderse.

Fuente: Latercera.cl

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Despenalización Aborto Carta Mons. Chomali La Tercera 11 de Septiembre

Mons
Fernando Chomali
Arzobispo de Concepción de Concepción

Señor director:
Haber omitido los datos de la ciencia moderna que confirma que desde el momento de la fecundación comienza un nuevo ser humano, haber obviado los extraordinarios avances de la medicina para tratar embarazos complejos, haber trabajado el proyecto con la Constitución política del país, que protege la vida del que está por nacer, en el destierro; haber hecho caso omiso de la experiencia de Europa donde la inmensa mayoría de las mujeres abortan porque no quieren tener al hijo, sobretodo en virtud de su inestabilidad familiar, laboral y social, ha llevado de que en Chile avance un proyecto de ley marcado por la idea de que la mujer tiene derecho a decidir si sigue o no con un embarazo. El proyecto comenzó hablando de aborto y ahora se llama interrupción del embarazo. El proyecto comenzó como un tema de salud pero quien lo ha llevado adelante es el Servicio Nacional de la Mujer. El proyecto habla de tres casos pero en la mente de muchos parlamentarios está la idea de cualquier caso.
Si nos concentramos en los casos a los que alude el proyecto de ley, hay un hecho indesmentible: a un ser humano se le quita la vida, ya sea para salvar la vida o la salud de la madre, ya sea porque viene enfermo, ya sea porque es fruto de una violación. Es decir para solucionar un drama, que soy el primero en reconocer, se aplica la violencia a un ser humano hasta causarle la muerte. Por lo tanto la pregunta de fondo es si vamos a tolerar, permitir, despenalizar, en definitiva legalizar que en ciertas circunstancias los ciudadanos puedan optar por la violencia para solucionar sus conflictos, y si la ley del más fuerte va a prevalecer como norma de convivencia nacional. Este proyecto es una involución de la sociedad que ha intentado dar igualdad de oportunidades, reconocimiento de derechos inalienables y no negociables, y de protección del más débil. La sabia naturaleza quiso que el más débil y frágil de nuestra sociedad estuviese en el regazo de su madre. Algunos lo están convirtiendo en el lugar más peligroso. Eso es inaceptable. Además en esta lógica ya comenzarán las voces para terminar con los ancianos gravemente enfermos. Tenemos más información que nunca, así como conocimientos, pero falta sabiduría para darse cuenta que este es un proyecto que niega derechos fundamentales, hace de la fuerza la forma de solucionar conflictos y niega la fraternidad universal a la que todos debiésemos aspirar.

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Carta al Mercurio 11 de Septiembre 2016

Carta a El Mercurio, 11 septiembre 2016

Goic y el aborto bendito

Joaquín García-Huidobro

Señor Director:

La votación de la senadora Goic aprobando el proyecto de ley de aborto nos deja pensando. ¿Qué queda de la Democracia Cristiana de Eduardo Frei Montalva o Bernardo Leighton cuando la presidenta misma del partido se une a Guido Girardi y Fulvio Rossi y aprueba las tres causales? Toda vida era sagrada para los fundadores de la DC (y lo mostraron en los hechos), pero muy especialmente la no nacida. Y así lo había reafirmado el V y último Congreso Ideológico del partido.

Es inevitable, entonces, que surja una pregunta incómoda: si se impone la línea de la senadora Goic, ¿qué distinguirá, de ahora en adelante, a esta DC descafeinada del PPD de Girardi o del PS de Rossi? Las fundamentaciones que han dado esos parlamentarios nos dan pistas importantes. Para Girardi la cosa es muy simple: «Desde la biología, el óvulo fecundado no es persona humana». Genial descubrimiento intelectual. Lástima que se le olvidó aclarar que desde la biología, tampoco él o yo somos personas, pues se trata de una noción que no se extrae de los microscopios o los laboratorios.

Fulvio, en cambio, se puso filosófico: para él los valores son subjetivos, de modo que resulta disparatado que el Estado imponga algo en un tema que «es de cada uno». Menos mal que solo lo aplica al aborto, porque si extendiéramos este razonamiento a la pedofilia, la tortura o el respeto a la vida de los senadores nos podríamos ver en problemas.

¿Y qué hace la senadora Goic? Tomó algunas ideas del informe de la comisión oficial de la DC, que había hecho un trabajo muy serio sobre el tema (y que, por supuesto, no era favorable al aborto), pero dejó de lado las conclusiones y terminó dando su apoyo a las tres causales en un magnífico juego pirotécnico, que incluyó citas a las palabras de un cura y, como era de esperar, abundantes alusiones a valores propios del humanismo cristiano. Una homilía perfecta.

La verdad es que si yo fuera una criatura de tres meses de gestación, preferiría que me abortaran al modo de Guido o de Fulvio. Con todas sus inconsistencias, me parece mucho más honrado. Porque si a uno le van a cortar la cabeza, es preferible que no lo hagan mientras le echan encima toda esa agua bendita que derramó la senadora Goic el martes pasado.

Joaquín García-Huidobro

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