Archivos del Autor: Eric Gonzalez

Dejen a sus hijos nacer

El 10 de diciembre de 2014 nació mi hijo José. Cuando teníamos 15 semanas de embarazo se le diagnosticó encefalocefeoccipital y onfalocele gigante, lo que produjo que al nacer tuviera parte del cerebelo fuera del cráneo, una hidrocefalia muy severa, enfermedad de Chiari tipo III, la totalidad de su hígado fuera de la cavidad abdominal, entre varias otras complicaciones. Vivió 17 días.

Fue un embarazo muy difícil, los días de UCI Neonatología también, y peor aún ha sido aprender a vivir sin él. Tengo el corazón roto, pero agradezco cada minuto de esas 36 semanas de gestación y de los 17 días que siguieron.

Desde que supimos de sus malformaciones sentí una gran necesidad de conectarme con él y aprovecharlo, porque cada segundo de su vida era valioso. Lo sentía tan vivo, que yo también me llené de vida, de fuerza, de alegría y de amor. José me hizo feliz en ese profundo dolor.

Me siento afortunada de haber conocido un amor diferente, que no espera reciprocidad. A mi amor no le importaba que no pudiera conocer a mi hijo, que naciera y luego muriera, que nunca pudiera mirarme a los ojos o decirme «mamá», o que ni siquiera tuviera conciencia de que yo estaba ahí. Aun así yo lo quería y lo sigo queriendo.

Puede sonar ridículo para algunos, pero me parece ilógico que el amor y la experiencia de la maternidad no formen parte de la discusión actual.

En mi caso, mi hijo me enseñó a entregarme y confiar de una manera que no creía posible en estos tiempos en que todos queremos tener el control y nunca sufrir. Me salvó de mí misma, me liberó de las culpas absurdas por querer ser perfecta y controlarlo todo (impuestas por mí, pero también por una sociedad patriarcal que a veces está equivocada en lo que espera de sus hijas, madres, esposas y trabajadoras), y por eso me hizo una mejor persona y madre. Hoy me relaciono con mi primera hija de una nueva forma muchísimo más rica, gracias a él.

No querría una guagua sana en vez de a él, ni volvería el tiempo atrás para que no existiera; él es mi hijo, mi regalo maravilloso y yo soy su mamá.

Luego del parto, José estuvo en mis brazos por varias horas ya que todo indicaba que fallecería en ese momento. Fueron instantes de gozo tremendo en que no pensaba en lo duro que fue el embarazo ni en lo incierto del futuro, sino en darle amor mientras viviera y en la enorme suerte de poder estar abrazándolo. Ahí comprendí que existen vidas más largas y vidas más cortas, que el sufrimiento es parte de nuestra existencia y que no siempre hay que buscar evitarlo, especialmente si se trata de un hijo que tendrá una vida de menor duración, pero no por eso menos digna ni menos valiosa.

Invito con humildad a nuestros legisladores a escuchar los testimonios de mujeres que han pasado por experiencias como esta, pero principalmente quiero llamar a todas las mujeres que estén viviendo un embarazo de este tipo a que, con o sin ley, dejen a sus hijos nacer. Hagámoslo en primer lugar por ellos, pero también por nosotras. Démonos la oportunidad de conocer el poder transformador de esa maternidad dolorosa, cuya experiencia liberadora y de enorme aprendizaje nos cambiará para convertirnos en personas generadoras de amor. ¡No se arrepentirán!

Trinidad Santa María Highet

 

Fuente: El Mercurio

Ver mas

“Aborto Terapéutico” ¿Se justifica matar?

lissette2Bajo el concepto de aborto terapéutico, cada cierto tiempo se establece en el debate público la “necesidad” de legislar para que, por razones loables y en situaciones muy difíciles, el aborto esté permitido. Salvarle la vida a la madre, una guagua con malformaciones incompatibles con la vida o un embarazo producto de una violación, son los argumentos que “validarían” terminar con la vida de quien está por nacer. En estos casos, se dice que está en juego la salud física y “psíquica” de la madre, entonces, acogidos al término “terapéutico”, se daría el pase para abortar. Pero, ¿qué tan válidas son esas razones? Sin duda aclarar cada concepto y entender -en su verdadera dimensión- cada situación, son las herramientas para comprender que bajo ningún nombre se justifica quitar la vida.

“El aborto terapéutico no existe”. Así de clara es la afirmación del ginecólogo, investigador y especialista en medicina fetal Sebastián Illanes, quien añade que para empezar a hablar es fundamental aclarar lo que en la realidad existe: el aborto indirecto y el aborto directo.

(más…)

Ver mas

El aborto terapéutico no existe

abortoteraEn preguntas y respuestas explicamos por qué nadie tiene el derecho a acabar con la vida de un inocente y menos en el vientre materno.

¿Por qué no existe el Aborto Terapéutico?

Por varias razones:

a) Terapéutico es cualquier procedimiento que conduce a recuperar la salud perdida por una enfermedad; el concebir un hijo nunca es una enfermedad: ni para la madre ni para el hijo.

b) El aborto tampoco es un procedimiento que procure la salud ni de la madre ni del hijo que es asesinado por este medio.

c) Cuando una madre se encuentra gravemente enferma durante su embarazo, y los procedimientos médicos tienen por única finalidad su salud, la eventual muerte del niño engendrado, al realizar estos procedimientos, no se trata de un aborto directamente procurado porque no se tenía la intención de eliminarlo.

¿Moralmente, qué se debe hacer en una situación en la cual el parto es inviable?

Cuando la ciencia médica considera probable que vaya a morir el hijo en el seno materno, es indispensable que este doloroso camino llegue a su fin natural; es decir, solamente una vez muerto se lo puede extraer, pero no antes. La razón es que no se puede intervenir directamente para acelerar la muerte del niño.

 ¿Quién decide sobre la vida de una persona, el papá, la mamá, el doctor o el Estado?

Ninguna persona humana en esta tierra, ni ninguna institución puede decidir o disponer acerca de la vida de otra persona humana inocente. La vida humana es un don de Dios, que solamente Él puede concluir o terminar en esta tierra para hacer pasar a la eternidad, al “más allá”. La autoridad legítima del Estado o la autoridad de los padres nunca tienen derecho a decidir acerca de la misma vida humana de un inocente.

¿Un embarazo en caso de violación, hace legítimo el aborto?

Se suele invocar el caso de la violación de la mujer como el del característico derecho a la defensa propia; pero el destinatario de dicha defensa es el violador; nunca el niño engendrado. No se puede pensar que el niño, por el hecho de significar un sufrimiento psicológico y un conjunto de dificultades para la madre, pueda ser simplemente eliminado. Aunque el niño en el seno materno dependa absolutamente de su madre, no significa que no posea dignidad propia, sino que tiene el derecho a continuar viviendo.

¿Tiene derecho la mujer sobre su cuerpo, cómo fundamento para el aborto?

Hay que clarificar algunos conceptos:

a) Cuando se habla de derechos de una persona se ha de entender de aquellas cosas que le corresponde en justicia poseer, a partir de su mismo ser, de su naturaleza y existencia.

b) La expresión “derechos sobre su cuerpo” es equivocada y confusa, pues supondría que existe una libertad para disponer del propio cuerpo según ciertos intereses de “bienestar”, “placer” o “comodidad”. Y la libertad es la facultad propia de la voluntad que versa acerca del modo como nos encaminamos hacia el bien objetivo y universal, más allá e incluso en contra de intereses egoístas como los recién enumerados.

c) Y otra confusión es considerar el niño engendrado como parte del propio cuerpo del que se sostiene que se puede disponer libremente, lo que es completamente falso. El niño tiene un ser propio, con dignidad personal; y se encuentra en dependencia absoluta de su madre para poder seguir viviendo y desarrollándose. Este dependencia real no significa anulación de su ser propio sino que exige un mayor respeto, cuidado y amor.

 ¿Por qué o qué razón hay para no reconocer que matar a un inocente es malo y se diga que es un bien o un derecho?

Las razones que se esgrimen para proponer el aborto como un medio lícito para resolver ciertos problemas o dificultades, pueden ser múltiples, y sería difícil enumerarlas todas; pero se pueden mencionar algunas:

a) El egoísmo llevado a su máxima expresión, por el que “el bienestar” físico y psíquico de la madre se lo considera un valor superior a la vida misma de otra persona puesta a su cuidado y responsabilidad.

b) La soberbia de considerar que el ser humano tiene libertades absolutas, sin limitación alguna, pasando por encima del ser mismo de otra persona humana, tal como Dios, el Creador, lo ha dispuesto con infinita sabiduría y bondad.

c) En definitiva, la pretensión maligna de considerar que Dios no existe, o afirmar que no se sabe o no se puede saber si exista, o pensar que Dios no interviene en la historia humana; de este modo no se reconoce la dependencia verdadera y absoluta del ser humano respecto de Dios que es el Creador que nos ama. Así se cierra la razón al valioso aporte que la fe le puede dar en orden a conocer la verdad más plena y completa acerca de la dignidad de la misma persona humana y su destino eterno.

Despreciado Dios y la eternidad, se queda solamente con esta limitada vida terrenal que pretenden “disfrutarla” al máximo con el máximo egoísmo y soberbia; pero bajo apariencia de bien: el bien pasajero y limitado del placer, del disfrutar de la vida, de la independencia, de la autonomía; en síntesis, de una “vida sana y buena”. Estas corrientes de pensamiento y de acción constituyen lo que San Juan Pablo II llamó “la cultura de la muerte”; pero la Iglesia y cada cristiano está llamado a anunciar y defender “El Evangelio de la vida”; porque esta vida humana defendida y sostenida en la tierra está llamada a ser sanada, elevada y divinizada por Jesucristo: el mismo que “fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo” y que un día “ha de venir con gloria, a juzgar a vivos y muertos y su Reino no tendrá fin”.

 

Departamento de Comunicaciones
Obispado de San Bernardo

Ver mas

Las certezas del aborto

Durante el último año nuestro país ha presenciado la aprobación de una serie de reformas que, más allá de sus diversas temáticas, tienen algo en común: la incertidumbre.

Tal vez el caso más notorio es la reforma educacional, considerando las enormes dudas ―muchas aún sin resolver― generadas en cientos de colegios particulares subvencionados, cuyo destino es incierto. Pero algo análogo sucedió en el caso de la reforma tributaria: son múltiples las preguntas sobre la aplicación e interpretación de las nuevas normas, y ciertamente aún no sabemos cuánto impactará a la inversión el modo en que se condujo el debate y la redacción final de las nuevas normas. Y lo mismo con la reforma electoral, pues ―siendo el fin del binominal una buena noticia― no son pocos quienes consideran que el nuevo redistritaje está hecho a la medida en algunos casos y dificultará enormemente la entrada de nuevos liderazgos políticos.Pero, a diferencia de todas las iniciativas mencionadas, con el proyecto de Ley de Aborto presentado por el Gobierno, por desgracia, sí existe plena certeza de lo que podría suceder.

En efecto, si revisamos la última evidencia científica que existe para el caso chileno y el mundo, nos permiten concluir que existe una tendencia a reconocer los efectos negativos en caso de aprobarse una iniciativa como esta. El 52,5% de las mujeres que abortan presentan un trastorno de estrés agudo, representado en una mayor prevalencia de sentimiento de culpa, irritabilidad, vergüenza, miedo y odio a sí misma (“Investigation of riskfactorsforacute stress reactionfollowinginducedabortion”). En este mismo grupo de mujeres que se practican un aborto, ellas tienen más probabilidad de: 35%, de suicidarse; 21%, de tener conductas suicidas; 27%, de uso de marihuana; 11%, de uso de alcohol; 9%, de caer en depresión; 8%, de cuadros de ansiedad (“Abortion and mental health: quantitativesynthesis and analysis of researchpublished”). Además, el 50% de las mujeres que abortan y luego quieren concebir un hijo, corren serio peligro de que el bebé nazca de forma prematura (British Medical Journal). En definitiva, no existe evidencia científica que a la fecha muestre que realizarse un aborto inducido genera un beneficio para la salud de las mujeres.

Un país comprometido con los más débiles y vulnerables, como en reiteradas ocasiones la Presidenta ha asegurado querer construir, no puede estar a favor del crimen del aborto ni tampoco arriesgarse a que las chilenas que se practiquen uno transiten por la crueldad de alguno de los indicadores anteriormente expuestos. Es preciso entonces atacar especialmente las condiciones que tientan al nunca aceptable acto de quitarle la vida a un hijo. Esto exige más que una negativa y debemos ser conscientes de aquello. Tenemos que trabajar en favor de una cultura de la vida y eso implica atender la profundidad del drama del aborto, porque así como es cierto que ningún niño merece ser descartado, también lo es que ninguna madre desea abortar.

Nicolás Garrido

Coordinador Nacional Construye Sociedad

 

Ver mas