El gobierno español en los 80’s buscaban abrir la puerta al aborto tal como lo promovían organismos internacionales, pero no tenía respaldo ciudadano suficiente. No se acepta el aborto como un derecho de la mujer aunque sí existía amplia aceptación al aborto como el único medio para impedir la muerte de una mujer gestante. En medio de ese dilema político, aparece la nueva definición que de «salud» hace la OMS, pasando ésta a explicarse como el completo bienestar físico, psicológico y social de una persona. Ahí estaba la solución: despenalizar el aborto «por grave riesgo a la salud de la madre», con la nueva definición fue la alternativa perfecta para permitir abortar a todo evento.
Con los años, las cifras de la sanidad española nos muestran que, por ejemplo en 2002, de los servicios de aborto solicitados un 96.81% se autorizaron por un posible riesgo de salud física o psíquica de la mujer. Pero no se indica ninguna otra acción por parte de la sanidad pública para atender a esa mujer que el mismo acto del aborto.
En Chile, estamos en una situación similar pues varias encuestas comparadas, demuestra que ni siquiera el 20% de los encuestados acepta la idea del aborto como «un derecho de la mujer» y resulta aún menor cuando se consulta por «situación de pobreza o inmadurez para criar ese hijo». Pero los porcentajes son altos para «riesgo vida o salud de la madre».
Así, el gobierno de Bachelet nos ofrece el camino español: una despenalización de supuestos, tal como en España de 1985. Paralelamente parlamentarios como Guido Girardi, que tienen proyectos idénticos, se definen contrarios al aborto y que bajo ningún punto de vista se busca permitir el aborto a todo evento. La realidad demuestra lo contrario.
En España, luego de despenalizado el aborto, su práctica aumentó constantemente, entre 1993 y 2002 la práctica del aborto aumentó casi en un 70%. Esta cifra ha seguido subiendo. Los abortos que empezaron en rango 10.000 para 1985 alcanzaron los 120.000 en 2012 al año. También, los estudios demuestran que los adolescentes tienen cada vez más actividad sexual sin ningún tipo de protección, a pesar que reconocen conocer y tener a su alcance los mismos. Lo cual redunda es más embarazos y más abortos.
Hay que observar detenidamente el caso español antes de meter al país en una máquina del tiempo, y enviarlo de vuelta a los años 80’s para transitar el mismo camino. Reflexionar que, no solo en España, sino en todo el mundo las políticas de aborto en nada han beneficiado a la mujer, incluso le han generado enormes problemas emocionales y físicos, que se han construido negocios billonarios en torno a los servicios de aborto, que el invierno demográfico se ha agudizado y que una vez instalado el aborto en las nuevas generaciones se produce un cambio cultural que aún no sabemos cómo pueda revertirse; aunque pronto lo sabremos pues los países que legalizaron el aborto vienen de vuelta. Curiosamente en Chile hacemos todo lo contrario.
Mario Bravo Barraza