En el debate del aborto se habla mucho de no usar argumentos religiosos para defender la vida. En ese sentido, estoy de acuerdo en que la fe no se puede imponer. Pero esta carta no va dirigida a quienes no creen en Cristo, sino a todos los que nos declaramos cristianos. Seamos católicos, de otras iglesias cristianas, o incluso quienes no se quieren encasillar pero que dicen creer en Cristo y seguir sus enseñanzas. También a los políticos que se declaran cristianos.
Cristo siempre estuvo con los que eran considerados marginados e indeseados. Llegó hasta a entregar su vida para salvar cada una de las vidas en la tierra. No sólo los considerados justos, sino también a los considerados los más indeseados de todos. Los enfermos, pecadores, y hasta los criminales. Si Cristo estuviera en la Tierra hoy día, no dudaría un segundo en volver a entregar su propia vida para salvar del aborto a un niño no nacido.
Que ese niño venga gravemente enfermo o sea producto de una violación, a Él no le hace ninguna diferencia. ¿Por qué a alguien que se dice cristiano sí?
Ser cristiano no es un título, es acción.
Constanza Saavedra Caviedes.